Salir del Paso del Stelvio y regresar después de haberle dado la vuelta al mundo.
No hay un motivo que me haya impulsado a hacer este viaje o, mejor, puede ser que lo haya, y si lo hay aún no lo he entendido.
Decidí salir a las carreras. El objetivo principal era partir. Lo he hecho y, ahora, el objetivo principal es regresar, junto con mi motocicleta, al punto de partida.
He programado poco, casi nada. Campio de programa continuamente. Decido solo a grandes líneas por donde transitar.
No fue por elección que salí sin patrocinador. Sin una idea del itinerario que quería seguir y habiendo decidido todo en pocos días, casi todas las personas que consulté o me desearon buen viaje o me liquidaron de inmediato. Después de dos respuestas negativas pensé: “Por ahora parto, veremos luego qué hacer”.
Me encanta perderme. No tengo GPS. Llevo una brújula en el llavero. Si me encuentro en dificultad tiro una moneda. No escojo nunca el camino más cómodo.
Al comienzo usaba uno que otro mapa, luego dejé de hacerlo, imprimo páginas de Google, pido informaciones, tomo apuntes. En las ciudades es un delirio, pero “el que tiene boca llega a Roma” y me parece mucho más divertido.
Hasta ahora he equivocado el camino miles de veces, he hecho muchos amigos, todavía estoy vivo.
Como decía un motociclista con mayor experiencia y madurez que yo: “No se viaja para que lo vean a uno se viaja para desaparecer”.
Me gusta no saber dónde estoy.
No hablar con nadie durante días ayuda a olvidar lo que uno cree ser y ayuda a encontrase consigo mismo. Me encanta el silencio.
Millares de personas han emprendido largos viajes y variadas vueltas al mundo, en cualquier época, con cualquier medio. El mío no es el más largo, ni el más organizado, ni el más nada.
Stelvio2stelvio no es una competición, ni mucho menos un desfile con la moto por carreteras o lugares famosos.
Es un viaje. Una aventura que día tras día, sin presunciones y en los límites de mis posibilidades, trato de realizar.
Andrea